POR EL RESPETO A LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDIGENAS EN CUSCO Y EL PERÚ.
En 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 9 de agosto como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo. Fueron muchos los motivos que llevaron a esa decisión, pero la más importante fue el reconocimiento a las poblaciones indígenas de todo el mundo para que se promueva la protección de sus derechos y poner fin a su marginación, su extrema pobreza, la expropiación de sus tierras ancestrales y demás violaciones graves de los derechos humanos que habían padecido y continúan padeciendo.
Con toda su importancia, la proclamación de ese día no fue sino el preludio de un hecho aún más trascendental: la adopción por la Asamblea de la Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas que por tantos años había sido postergado. La Declaración es primordial para el tratamiento de los derechos humanos de los pueblos indígenas, sobretodo para el respeto de las formas y modos de vida, usos y costumbres de las poblaciones indígenas. En ella se establece un marco en el que los Estados pueden construir, o reconstruir, sus relaciones con los pueblos indígenas.
Lamentablemente los últimos hechos ocurridos en nuestro país no han sido nada alentadores en ese sentido, ya que lo ocurrido en Bagua – Amazonas, donde han fallecido hermanos policías y amazónicos, así como la muerte de un hermano rondero en Chumbivilcas – Cusco, nos deben interpelar y hacer una seria revisión de lo que el Estado y la sociedad hacen para garantizar el respeto de los derechos. Lo sucedido solo refleja la imposición que muchas veces tiene el Estado en su visión de desarrollo hacia los pueblos amazónicos y campesinos.
Recordemos que las poblaciones indígenas tienen como ingreso y sustento de sus vidas sus territorios o tierras, ya sea de forma comunal o individual, y quitarles lo que la naturaleza les ofreció es como quitarles o restringirles el gozo del derecho a la vida, razón por la cual nos solidarizamos con el justo reclamo planteado por los pueblos indígenas amazónicos y exigimos el respeto y defensa de su dignidad, sus derechos fundamentales, sus tierras comunales, sus derechos a la autodeterminación, a la consulta previa y a participar en el manejo, decisiones y beneficios que generen la explotación de los recursos naturales existentes en sus territorios.
En la Región de Cusco tenemos poblaciones indígenas que han sido violentados en sus derechos que se encuentran por debajo de la línea de extrema pobreza, sobre todo las poblaciones de las provincias altas de Cusco, donde aparte de ser olvidadas y excluidas de las políticas públicas de desarrollo, se les viene restringiendo, por ejemplo en el derecho a la propiedad y herencia, debido a que sus territorios vienen siendo concesionadas para las industrias extractivas sin consulta alguna de estas poblaciones indígenas.
En ese sentido la Iglesia Católica se ha expresado claramente sobre la situación de los pueblos indígenas en América Latina y el mundo. El Documento Conclusivo de Aparecida nos plantea una realidad cruda sobre este tema: “Los indígenas y afroamericanos son, sobre todo, “otros” diferentes, que exigen respeto y reconocimiento. La sociedad tiende a menospreciarlos, desconociendo su diferencia. Su situación social está marcada por la exclusión y la pobreza. La Iglesia acompaña a los indígenas y afroamericanos en las luchas por sus legítimos derechos…” Nº 89.
Finalmente en el mismo documento se concluye que: “Hoy, los pueblos indígenas y afros están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en sus modos de vida; en sus identidades; en su diversidad; en sus territorios y proyectos. Algunas comunidades indígenas se encuentran fuera de sus tierras porque éstas han sido invadidas y degradadas, o no tienen tierras suficientes para desarrollar sus culturas. Sufren graves ataques a su identidad y supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia existencia como pueblos diferentes…” Nº 90.
Vicaria de Solidaridad de la Prelatura de Sicuani
Sicuani, 07 de agosto del 2009
En 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 9 de agosto como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo. Fueron muchos los motivos que llevaron a esa decisión, pero la más importante fue el reconocimiento a las poblaciones indígenas de todo el mundo para que se promueva la protección de sus derechos y poner fin a su marginación, su extrema pobreza, la expropiación de sus tierras ancestrales y demás violaciones graves de los derechos humanos que habían padecido y continúan padeciendo.
Con toda su importancia, la proclamación de ese día no fue sino el preludio de un hecho aún más trascendental: la adopción por la Asamblea de la Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas que por tantos años había sido postergado. La Declaración es primordial para el tratamiento de los derechos humanos de los pueblos indígenas, sobretodo para el respeto de las formas y modos de vida, usos y costumbres de las poblaciones indígenas. En ella se establece un marco en el que los Estados pueden construir, o reconstruir, sus relaciones con los pueblos indígenas.
Lamentablemente los últimos hechos ocurridos en nuestro país no han sido nada alentadores en ese sentido, ya que lo ocurrido en Bagua – Amazonas, donde han fallecido hermanos policías y amazónicos, así como la muerte de un hermano rondero en Chumbivilcas – Cusco, nos deben interpelar y hacer una seria revisión de lo que el Estado y la sociedad hacen para garantizar el respeto de los derechos. Lo sucedido solo refleja la imposición que muchas veces tiene el Estado en su visión de desarrollo hacia los pueblos amazónicos y campesinos.
Recordemos que las poblaciones indígenas tienen como ingreso y sustento de sus vidas sus territorios o tierras, ya sea de forma comunal o individual, y quitarles lo que la naturaleza les ofreció es como quitarles o restringirles el gozo del derecho a la vida, razón por la cual nos solidarizamos con el justo reclamo planteado por los pueblos indígenas amazónicos y exigimos el respeto y defensa de su dignidad, sus derechos fundamentales, sus tierras comunales, sus derechos a la autodeterminación, a la consulta previa y a participar en el manejo, decisiones y beneficios que generen la explotación de los recursos naturales existentes en sus territorios.
En la Región de Cusco tenemos poblaciones indígenas que han sido violentados en sus derechos que se encuentran por debajo de la línea de extrema pobreza, sobre todo las poblaciones de las provincias altas de Cusco, donde aparte de ser olvidadas y excluidas de las políticas públicas de desarrollo, se les viene restringiendo, por ejemplo en el derecho a la propiedad y herencia, debido a que sus territorios vienen siendo concesionadas para las industrias extractivas sin consulta alguna de estas poblaciones indígenas.
En ese sentido la Iglesia Católica se ha expresado claramente sobre la situación de los pueblos indígenas en América Latina y el mundo. El Documento Conclusivo de Aparecida nos plantea una realidad cruda sobre este tema: “Los indígenas y afroamericanos son, sobre todo, “otros” diferentes, que exigen respeto y reconocimiento. La sociedad tiende a menospreciarlos, desconociendo su diferencia. Su situación social está marcada por la exclusión y la pobreza. La Iglesia acompaña a los indígenas y afroamericanos en las luchas por sus legítimos derechos…” Nº 89.
Finalmente en el mismo documento se concluye que: “Hoy, los pueblos indígenas y afros están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en sus modos de vida; en sus identidades; en su diversidad; en sus territorios y proyectos. Algunas comunidades indígenas se encuentran fuera de sus tierras porque éstas han sido invadidas y degradadas, o no tienen tierras suficientes para desarrollar sus culturas. Sufren graves ataques a su identidad y supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia existencia como pueblos diferentes…” Nº 90.
Vicaria de Solidaridad de la Prelatura de Sicuani
Sicuani, 07 de agosto del 2009
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